
Colaboración especial
– Mañana 25 de noviembre se conmemorará el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25N), en recuerdo del asesinato de las hermanas Mirabal, en este día de 1960, quienes fueron asesinadas por la dictadura de República Dominicana liderada por Rafael Leónidas Trujillo, por ser activistas.
– En este marco, el consultor panameño y especialista en género y sociedad, Juan Carlos Córdoba, ha hecho un llamado urgente a incluir una nueva perspectiva en la conversación nacional: la corresponsabilidad masculina como pieza central para prevenir y disminuir las violencias que afectan a miles de mujeres cada año.
– El 25N aparte de recordar el asesinato de las hermanas Mirabal, simboliza la lucha continental contra la violencia de género. Sin embargo, Córdoba señaló que la fecha debe convertirse en un espacio para mirar a quienes históricamente han estado al margen del debate: los hombres.
– “La violencia contra las mujeres no es un problema de ellas: es una responsabilidad de todos los actores sociales, y debe ser un marco para conciliar y cerrar brechas, no para denigrar a los hombres y revictimizar a las mujeres. El 25N nos recuerda que la paz comienza cuando los hombres dejamos de defender el poder y empezamos a defender la vida”, puntualizó Córdoba.
Por qué hablar de masculinidades el 25N
– Según datos del INAMU, más de 14,500 mujeres han solicitado apoyo por violencia este año en Panamá y más de 3,000 han requerido medidas de protección. Para Córdoba, estas cifras son un recordatorio de que la prevención no puede seguir siendo un diálogo de mujeres, entre mujeres.
– “Si no revisamos los modelos de masculinidad que validan el control, la dominación, la negación de las emociones y el silencio cómplice, solo estamos atendiendo la punta del iceberg. La violencia nace en la cultura, en los patrones de crianza, no en un hecho aislado”, precisó el experto.
– El especialista explicó que el modelo de masculinidad hegemónica -el mandato rígido que exige fortaleza, control y ausencia de vulnerabilidad-, no solo sostiene la desigualdad, sino que también deteriora la salud emocional de los propios hombres, elevando los riesgos de adicciones, depresión y conflictos relacionales.

– El papel de los hombres debe ser de corresponsabilidad, no de apoyo simbólico.
Para Córdoba, el cambio inicia en tres niveles:
1.- En los círculos cotidianos. Ser “interruptores de la complicidad”: no validar comentarios o comportamientos sexistas, no guardar silencio ante la discriminación y la violencia.
2.- En la escucha creyente. Crear espacios seguros donde la palabra de una mujer sea recibida con validación, no con duda. En donde desde un verdadero rol de igualdad demos espacio a la participación de la mujer, seamos juntos impulsores de crecimiento personal, profesional y social.
3.- En la deconstrucción consciente. Revisar prácticas machistas, modelos aprendidos y formas de ejercer relaciones en el hogar, en el trabajo y en la comunidad, en la que se asignan privilegios a los hombres solo por ser hombres y se relega el papel de la mujer a roles de menor importancia, o de jornadas más extensas de responsabilidades y trabajo.
– “No es protagonizar; es corresponsabilizarse. No se trata de ayudar: se trata de asumir nuestro rol como parte del problema… y de la solución”, subrayó Córdoba.
¿Qué pueden hacer las empresas y organizaciones?
– La transformación de las masculinidades también debe permear las instituciones públicas y privadas. Córdoba destacó tres líneas clave:
1.- Protocolos reales y aplicados de prevención y protección. No basta con tener documentos: se necesita crear espacios seguros, confidenciales y confiables, y monitorear su eficacia.
2.- Cultura organizacional con enfoque de equidad. Promover licencias de paternidad, incentivar y educar a los hombres sobre la corresponsabilidad en los cuidados y metas de paridad en la toma de decisiones.
3.- Incidencia pública. Usar la voz institucional para promover campañas internas y externas que eduquen en corresponsabilidad masculina y derechos humanos.
-m “Las empresas tienen poder económico, narrativo y social. Ese poder debe usarse para construir igualdad y no reproducir silencios”, agregó Juan Carlos Córdoba.
La apuesta en los jóvenes: educación emocional
– Córdoba enfatizó en que la prevención estructural debe iniciar desde la infancia y la adolescencia.
– “A los jóvenes hay que enseñarles que vulnerabilidad no es debilidad, que cuidar es un valor y que otro modo de ser hombre es posible. La equidad se aprende, no se impone”, complementó el especialista.
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