
Redacción Eva E. Montilla
– Desde hace 46 años resido en el corregimiento de San Francisco, en el distrito de Panamá, tiempo durante el cual he sido observadora de cómo se ha desmejorado la calidad de vida de quienes hemos permanecido aquí, a pesar de la transformación de este sector.
– Antes era un sitio en donde había exuberancia de árboles frutales, ornamentales, plantas ornamentales, o sea, era un lugar que formaba parte de aquella visión que tuvo el escritor español Vicente Blasco Ibáñez, en los años 20 del siglo pasado, cuando estuvo en nuestro istmo y que tituló “Panamá la Verde”.
– San Francisco está atrapado, prácticamente, y a todas horas del día, por el ruido ensordecedor de las motos y sus troneras, el uso indiscriminado de los altoparlantes, música estridente, del tránsito de vehículos articulados y del emanado de algunos locales comerciales.
– Adicionalmente, muchas viviendas unifamiliares han sido suplantadas por enormes edificios de apartamentos y locales comerciales, que, si bien es cierto que sus construcciones han creado empleos y contribuido con el erario público, los residentes ahora tenemos problemas con el agua, a veces hay escasez, y otros asuntos.
– La proliferación de negocios en un corregimiento diseñado para que fuera acogedor para sus residentes, ha creado inconvenientes como el uso de las aceras de los transeúntes para aparcamientos de los clientes de dichos locales comerciales.
– ¿Qué les toca a los transeúntes? Caminar por las vías construidas para el tránsito de vehículos. Aparte, esas aceras han sido reformadas de acuerdo al interés de los establecimientos comerciales, así que algunas tienen inclinaciones, están quebradas, con huecos. En fin, totalmente en contra de los caminantes.
– Mis interrogantes: ¿Entre los planes de este corregimiento está la desaparición de las aceras? ¿Ya no habrá transeúntes y solamente será un sector para los automovilistas? ¿Los residentes ya perdimos la calidad de vida de la que disfrutamos en décadas recientes? (Parte 1).
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